He hecho las cuentas. Han pasado 1183 días desde que me di de baja en el trabajo por un dolor cada vez más intenso y discapacitante en mi hombro derecho. 1183 días desde que me hablaban de una lesión muscular en el manguito rotador del brazo derecho. Y 120 días después, esa lesión muscular resultó ser un cáncer de nombre extraño y de carácter incurable. Por tanto, han pasado 1063 días desde que fui diagnosticado como enfermo de cáncer. 1063 días desde que fui diagnosticado como enfermo de MM.
En resumen, han sido algo más de tres años lidiando con una inicial lesión muscular y un posterior cáncer, con todo lo que eso conlleva. Todo lo que habéis podido leer a lo largo de todo ese tiempo en este blog.
Nada que muchos de vosotros no conozcáis. Es decir, decenas de extracciones de sangre, analíticas de orina, administración de tratamientos, efectos secundarios, dolores, neuropatías, efectos psicológicos, incertidumbre, miedos, esperas, días mejores, días peores, etc.
Volver a contaros todo se me antoja innecesario. puesto que, si no lo habéis leído ya en mi blog, lo podéis hacer ya que sigue, y seguirá siempre a vuestra disposición.
Pero hace 1183 días, mi vida laboral no tuvo un punto y final, sino un punto y aparte. Hoy, martes 20 de febrero de 2024 vuelvo a mi trabajo. Aquel del que me tuve que alejar durante un tiempo, en principio indeterminado, para centrarme en mi salud. Un punto y aparte que, por la naturaleza del diagnóstico inicial, duraría en torno a un mes, que es lo que dura la recuperación de una lesión muscular, pero que posteriormente dio un vuelco inesperado.
En estos 1183 días he vivido muchas cosas, muchas emociones y nuevas experiencias. He descubierto la fortaleza de mi cuerpo, que ha soportado firmemente los embistes del tratamiento. He descubierto mi fortaleza psicológica ante una situación tan complicada. He conocido procedimientos médicos que ni sabía que existían. He conocido a mucha gente de muchos países con lo que he compartido, comparto y compartiré experiencias, palabras de apoyo, anécdotas y risas.
Volver al trabajo significa muchas cosas, porque, aunque la relación con la enfermedad no desaparece puesto que sigo yendo a mis revisiones, sigo necesitando extracciones de sangre y análisis de orina, sigo con el ácido zoledrónico una vez al mes y mi tratamiento de mantenimiento, esta vuelta significa retomar ese punto y aparte.
Significa una victoria frente a una situación, a priori complicada en la que alguna vez tuve sobre mí la sombra de no poder volver a trabajar, y no puedo evitar sentirme muy afortunado porque la vida me ha permitido seguir adelante. Con mucha pelea, con muchos sinsabores, con problemas añadidos durante todo el camino que he recorrido durante este tiempo, pero con la firme creencia de que debía seguir adelante con todo, puesto que no me quedaba otra opción.
Atrás quedan momentos duros en los que existían días que se me caía todo encima, pero, aunque a veces parecía imposible, llegó el final. Un final que no es del todo real, puesto que ya he comentado alguna que otra vez en este blog que, cuando a uno se le diagnostica enfermo de cáncer, es como un estigma que lleva de por vida, y más en nuestro caso, que siempre tenemos encima la posibilidad de la recaída. Que no quiere decir que sea un estigma negativo, sino que se trata de una condición que siempre estará con nosotros, porque, una vez que se instala esa palabra en nuestra cabeza, ya no se va.
Volver al trabajo significa también volver a sentirse útil, que realmente nunca hemos dejado de serlo, pero ayuda a vivir la vida de otra manera. Tener una ocupación, una obligación en la vida es algo fundamental para nuestra salud mental. Luego vendrán las quejas por los horarios, por el cansancio, por los compañeros, por los jefes, etc. Pero todo eso forma parte de ese circo. Si no lo tenemos, nos quejamos por no tenerlo. Si lo tenemos, nos quejamos por las incomodidades.
Así que, hoy, 20 de febrero de 2024 vuelvo a donde lo dejé hace 1183 días. Una lugar del que yo no pedí salir, pero la vida quiso lo contrario. Un punto y aparte laboral que continúa con mayúsculas después de un punto y final de un párrafo en el que no tenía previsto incluirme.