Suele ser muy habitual que el diagnóstico de un cáncer produzca en el enfermo una serie de revelaciones de una gran intensidad. Son frecuentes frases como: ‘hay que vivir la vida intensamente’ o ‘hay que aprovechar hasta el último segundo porque puede ser el último’. Pero me quedo y siempre me quedaré con una frase que siempre ha dicho una buena amiga mía: ‘la vida son tres días y dos tenemos la regla’.
En el momento de la dureza del anuncio del diagnóstico, la primera reacción del paciente va a ser el miedo, y es lógico porque todos asociamos la palabra ‘cáncer’ a la muerte. No sólo eso, sino que después viene el temor al tratamiento, las temidas quimioterapias de las que todos tenemos la idea de que nos van a producir unos horrorosos efectos secundarios. Y ya os he comentado otras veces que hay tantas reacciones como pacientes, pero, de una manera general, se dividen en dos: el caso del paciente que se hunde y el caso del paciente que saca fuerzas de no se sabe dónde y tira hacia adelante con todo.
El segundo fue mi caso. Aún no sé de dónde salieron esas fuerzas, pero fueron tan desbordantes que, a día de hoy, considero que fueron ridículamente excesivas; quizá era lo que yo necesitaba en ese momento, por tanto no lo considero como algo negativo. Aunque os confieso que, al recordarme en esos momentos, me hace mucha gracia toda esa insoportable intensidad con la que trataba lo que me estaba ocurriendo.
El caso es que todas esas frases que he mencionado antes y otras muchas que nos decimos cuando se nos diagnostica como enfermos de cáncer son válidas en cualquier momento de nuestras vidas, estemos enfermos o no. Es decir, claro que hay que vivir la vida con la mayor intensidad posible porque sólo hay una. Y por supuesto que cualquier segundo de nuestras vidas puede ser el último, independientemente de que tengamos una enfermedad o no.
Entonces, con todo esto que he explicado, ¿qué sentido tiene el título de este post? Porque en él os estoy diciendo que el ser enfermo de cáncer me ha dado cosas nuevas en mi vida. Claro, por supuesto que sí, por supuesto que me las ha dado.
Trato de vivir la misma vida de siempre. Me sigue gustando lo que me gustaba hacer antes, me sigue gustando la música de antes, me sigue gustando estar con los amigos y la familia y reír sin parar, me sigue gustando hacer un chiste de casi todo, sigo con mis mismas aficiones y sigo con mis mismos sueños. Pero hay algo que sí ha cambiado y es que ahora trato de ser más consciente de los buenos momentos. Trato de darme unos segundos para pensar el buen momento que estoy pasando y saborearlo en vez de tan sólo disfrutarlo como hacía antes. ¿Cuál es la diferencia? Pues que, al ser más consciente de un buen momento, el disfrute es mayor. O como decía mi padre: ‘qué bien se está cuando se está bien, sobre todo acordándote de lo mal que estabas cuando estabas mal’.
Es un ejercicio muy sencillo. Te invito a que lo hagas. Cuando te encuentres en un ambiente en el que estés a gusto, con la gente adecuada, en un entorno en el que te sientas bien, detente unos segundos. Mira a tu alrededor y sé consciente de todo eso y date un tiempo para pensar cuando estabas mal. Te aseguro que de tu cara saldrá una sonrisa y es ahí cuando serás consciente del momento. Te darás cuenta de cuenta de que todo ese esfuerzo que has hecho, todos esos sinsabores del tratamiento ya pasaron y ha merecido la pena.
Sé que hay casos en los que la enfermedad nos limita y no nos permite hacer cosas que hacíamos antes. Deporte, bailar, senderismo, etc. son cosas que quizá no puedas volver a hacer como antes, pero no deja de ser algo inherente a la vida. Toda nuestra vida es un proceso de adaptación a las diferentes circunstancias que se nos presentan y depende en gran parte de cómo lo tomes.
Existen dos maneras de tomarlo: o dejas que la frustración te atrape o ves en ese proceso de adaptación la oportunidad de reinventarte, de descubrir nuevas aficiones o de seguir con las de antes pero desde otro punto de vista. Por ejemplo, organizando eventos relacionados con tu afición, la docencia o adaptar esa misma afición a tus nuevas circunstancias.
Una expresión que se repite mucho en mi vida desde el diagnóstico es ‘porque nunca se sabe’. Y si aquí hay alguien que puede dar fe de la validez de esa expresión somos nosotros, porque yo aún recuerdo cuando tenía mis molestias en el hombro derecho, molestias que fueron a más hasta limitar el movimiento de mi brazo, les decía a todos que se trataba de una tendinitis que tardaría entre 20 o 30 días en recuperarse. Y, de repente, esa tendinitis se convirtió en un cáncer de nombre desconocido y que además era incurable. Así que efectivamente ‘nunca se sabe’.
Por eso, si en mi vida aparece algo nuevo, algo positivo, no me lo pienso. Lo disfruto todo lo que puedo, por más que parezca imposible, porque ‘nunca se sabe’. Si finalmente no sale como me gustaría, pues en el camino he disfrutado y eso nadie me lo va a quitar. Aparecen experiencias, personas, momentos en general y, no nos paramos a pensar en el beneficio que nos pueden aportar, y esos beneficios son precisamente las pequeñas cosas que nos van a hacer la vida más fácil y más placentera. Así que, sin duda, si aparece una buena oportunidad, sea cual sea, que pueda sumar algo positivo a tu vida, no te lo pienses. Lánzate, porque, al fin y al cabo, ‘nunca se sabe’.
En ese proceso, han aparecido en mi vida personas de muchas partes del mundo con las que cuento, con las que he compartido experiencias, con las que he reído e incluso he llegado a conocer personalmente a algunas de ellas. Todos con un tema en común: el MM. La enfermedad, la intención de ayudar y la intención de aconsejar para que los demás se sientan mejor han sido el elemento de unión que me ha llevado a contar con grandes amistades con las que comparto a diario mis preocupaciones, las ‘otras’ preocupaciones que son independientes del MM. Personas a las que puedo llamar amigos, parte de una familia con el MM como nexo de unión.
Una familia con la que constantemente nos mantenemos informados sobre el estado de cada uno y, otras veces, hablamos de cualquier cosa trivial, como un grupo de amigos cualquiera que se protegen los unos a los otros. Gente de España, de México, de Cuba, de Argentina, Chile, Bolivia, Venezuela, Ecuador, etc. que nos unimos y nos cuidamos en un divertido grupo de WhatsApp.
Esto me está quedando muy positivo, lo sé, pero es que de eso se trata. No voy a negar que ser enfermo de MM también lleva consigo cosas menos buenas, pero es que eso es la vida, una mierda en general, pero con algunas cositas buenas. La vida es dura para todos y el tener un cáncer es especialmente duro, pero todo depende de cómo lo tomes, como algo que te hunde la vida o como una oportunidad para vivir una vida diferente.
Te toca elegir.