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26. ¿Por qué a mi?

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Esta es una de las preguntas más repetidas cuando nos pasa algo desagradable, tenemos algún problema que consideramos importante o nos comunican, como es el caso que ocupa este blog, que somos enfermos de cáncer.

Partimos de la base de que el rango de importancia de cada problema lo determina uno mismo. Lo que puede ser un problema grave para unos, puede que para otros no lo sea tanto. No hay que menospreciar la ansiedad que sufre nadie por un problema que aparece porque nosotros pensemos que ‘no es para tanto’. Hay que saber hacer un ejercicio de empatía para ponerse en el lugar de esa persona y tratar de calmarla, no con excusas cualesquiera sino con mensajes que realmente uno piense que podrían ser útiles para los demás.

Por supuesto, nada de reproches. Lo que menos necesita esa persona en su ansiedad es el reproche. No sirve de nada recordarle que si hubiese hecho esto o lo otro no estaría como está. Lo hecho ya es pasado, así que quédate con la experiencia, el aprendizaje que te supuso esa experiencia y sigue adelante.

Ni tampoco te pongas de ejemplo de nada. Nadie es ejemplo de nadie. Nadie tiene la potestad de decirnos que ellos han hecho o no han hecho y por eso no se les plantea ese problema. Los problemas llegan, a unos más que a otros y, es cierto que algunos son provocados por decisiones erróneas, pero volvemos a lo explicado anteriormente: quédate con el aprendizaje porque no vas a poder conseguir nada más de esa mala experiencia que, siendo pasada, pasada está.

Sé que a veces es difícil, pero actúa. No te quedes parado. Busca, investiga, apóyate en otros, pregunta. Para encontrar la puerta de salida solamente hace falta buscarla. Es posible que tardes meses en encontrarla o, incluso años, pero si buscas al menos irás encontrando ventanas que te permitirán respirar hasta encontrar la puerta definitiva que te permita salir de donde estás.

Y, sobre todo no te preguntes ‘¿por qué a mi?’. Esa pregunta no te lleva a ninguna parte. Es más, esa pregunta sólo generará respuestas que te llevan a otras preguntas y entrarás en un bucle que no es nada sano.

Llevamos algunos años observando que problemas como el de la salud mental afortunadamente están siendo reconocidos como merecen. La psicología y la psiquiatría son ramas de la ciencia que han sido denostadas durante años y por fin parece que se les está dando el lugar que merecen. Tenemos una vida estresante, nos han convertido en consumidores compulsivos porque para ser feliz hay que tener.

Tener, esa palabra tan peligrosa. Hemos sustituído el ‘ser’ por el ‘tener’ y es a partir de ahí cuando surgen los problemas de ansiedad que es una de las enfermedades más extendidas de este siglo.

Pero me estoy desviando del tema del que me quería ocupar. La gran pregunta: ‘¿por qué a mi?’. Y me temo que esa no es la pregunta adecuada. Lo que nos tendríamos que preguntar es, ‘y a mi, ¿por qué no?’

Somos muchos, millones, y la probabilidad de que te toque pasar una enfermedad no es tan remota. De hecho entiendo que los lectores de este blog son, en su gran mayoría enfermos o familiares de enfermos de MM, pero ¿es esa la única patología que sufren? Lo más probable es que no. Aunque no fuésemos enfermos de cáncer lo seríamos y, de hecho yo lo soy de otras cosas. Nada grave, afortunadamente, pero tengo más problemas de salud y con esto me refiero a que, quien más o quien menos todos tenemos algo y convivimos con ello.

Entonces, si convivimos de forma natural con otras enfermedades, ¿por qué no con un cáncer? Sí, sé que alguno y alguna podrá pensar que no es tan fácil eso de asumir de manera tan cotidiana algo así. Hay muchos dolores, el tratamiento es muy duro y muy largo, los efectos secundarios son difíciles… Lo sé, y os entiendo, pero es que todo eso da igual, porque sí o sí vas a tener que convivir con ello. Y llega el día en el que incluso la temidísima palabra maldita pierde gravedad a medida que la vamos usando y vamos asumiendo que existe. Tenemos eso en el cuerpo y ya no hay elección.

Esto es como jugar a la lotería. Todos los que la jugamos soñamos con que algún día nos toque. Incluso fantaseamos con que eso ocurra y hacemos planes de qué haríamos si se diese ese caso. Nos reunimos con familia o con amigos y nos reímos planeando qué hacer si nos toca. Cada uno con sus gustos. Casas en la playa, coches, ropa cara, ayudar a la familia, viajar…mil cosas…

En esos casos siempre surge un aguafiestas que te dice, ‘pero es muy difícil que te toque’. Y tiene razón, es muy difícil pero, si a otros les toca, a mi ¿por qué no? Está claro que para que nos toque sólo hace falta jugar a la lotería. Si no juegas, jamás te va a tocar.

Pues con lo del cáncer es lo mismo. Si a otros les toca, a mi, ¿por qué no? Para que nos toque un cáncer o cualquier otra enfermedad sólo hace falta una cosa: estar vivos. Y lo estamos, ¿verdad? Pues siendo así ya somos candidatos a que la enfermedad nos elija.

Claro, que nadie fantasea con tener cáncer. No me imagino a nadie en una reunión familiar o de amigos fantaseando y diciendo ‘si algún día tengo un cáncer…’ y el resto acompañándolo en sus planes y riendo. Nadie va a hacer eso porque a nadie le hace ilusión una enfermedad grave…ni no grave. Ninguna enfermedad. Pues es el mismo caso. Si a otros les toca eso, a mi también me puede tocar.

En ese caso ¿es preferible para nosotros que les toque a otros? Siendo egoístas, por supuesto que sí. Ojo, no le deseo mal a nadie, no soy tan mala persona. Ojalá el cáncer no existiera ni existiera ninguna otra enfermedad. Pero de nuevo no hay elección, existe. Nos guste o no, existe y mientras estés en este mundo eres candidato a ‘ganar ese premio’. Jodido premio de mierda, de acuerdo, pero… nos puede tocar y, de hecho nos ha tocado.

Una vez que ya está, que lo tenemos encima no hay vuelta atrás. Hay que ponerse en funcionamiento, dejarse guiar por lo que dicen los médicos, tratar de llevarlo lo mejor posible y seguir día a día con las posibilidades que tenga cada uno y soñar con el momento en el que el cáncer desaparezca o, al menos nos permita vivir con una calidad de vida aceptable.

Lamentarse ya no sirve de nada. Y preguntarse ‘¿por qué a mi?’ no sirve tampoco de nada. Si me dieran a elegir, por supuestísimo que elegiría no tener MM, pero no tengo esa capacidad de elección. Nadie me preguntó. Un hematólogo, un jueves 25 de marzo de 2021, tras su mascarilla me notificó que tenía una enfermedad de la médula ósea que enfermaba la sangre y que, para colmo era un cáncer incurable. Y cuando salí de esa consulta aún en shock, me esperaban mis hermanas fuera del hospital y esa misma tarde me fui con mi amigo Vicente y mi cámara a hacer las fotos que tanto me gusta hacer por las calles de mi ciudad.

Si me hubiese preguntado ‘¿por qué a mi?’ os aseguro que el nivel de ansiedad habría sido tal que ni fotos ni nada. Me habría encerrado en mi casa, dentro de mi cama a llorar durante meses y se me habría caído el mundo encima.

Sí, lamentablemente la pregunta adecuada es ‘y a mi, ¿por qué no?’ Y así ha sido. Nos ha tocado ese ‘premio’. Y con mucha dignidad que lo llevamos. No somos luchadores contra nada, ni nos peleamos con nada, ni somos valientes. Somos tan fuertes y tan exclusivos que nos ha elegido una enfermedad rara, que no le toca a cualquiera. Somos del selecto club del mieloma múltiple.

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Pedro
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© 2021 Pedro Prados, Sebastián Fiorini, Manuel López-Santibáñez