En fin, que tras la visita a urgencias comenzamos con las pruebas, todas ordenadas de urgencia. Tanto que, al día siguiente ya me estaban haciendo una analítica de sangre completa. Tras la analítica, una resonancia en la que me meten en un tubo que con mi sobrepeso quedo embutido como un chorizo y que, a pesar del ruidazo que produce, me quedé dormido.
Y después, visita al traumatólogo que me deriva a otro traumatólogo oncológico, un tac sin contraste y otro tac con contraste, la visita al traumatólogo oncológico, y…de repente una cita inesperada…hematología… ¿Cómo que hematología? Eso no lo tenía previsto. ¿Qué está pasando aquí?
El primer pensamiento es el lógico. Si me hablan de posible cáncer y me llaman de hematología…blanco y en botella…leucemia… Y cuando voy a la cita, un hematólogo tras su mascarilla me habla de algo llamado mieloma múltiple, cosa de la que yo no había oído hablar en mi puñetera vida. Enfermedad que el doctor, con una amabilidad y una dulzura digna de agradecimiento me explica en un lenguaje normal para que lo pudiera entender, y notando cómo se le cambia la mirada (la cara no la veía por la mascarilla) cuando me tiene que decir que se trata de un cáncer que, además no tiene cura.
La parte positiva es que no tengo anemia y que todo el daño se concentra en la descalcificación del húmero, por lo que me indica que se ha pillado a tiempo. Y que, además estamos hablando de una sospecha, porque aún faltan datos por confirmar en una biopsia que me deben realizar.
Y, ¿cómo recibo la noticia? Pues es un palo, por supuesto, pero lo alucinante de todo que toda mi preocupación estaba en cuánto tiempo iba a estar de baja, porque estaba cobrando una mierda e iba bastante apurado económicamente. Y en ese momento, los ojillos del hematólogo se abrieron mucho, porque sin duda estaba pensando…¿¿¿el idiota este acaba de recibir la noticia de que posiblemente tenga un cáncer incurable y toda su preocupación es lo que cobra??? Ya me iréis conociendo porque este no es el único momento absurdo que vais a leer. Aunque os parezca increíble, aún hay más…
Con esa noticia volví a casa y, para asimilarla más fácilmente comencé a llamar a amigos y familia y comentarles el caso. Que aún no era seguro, pero ese ejercicio me ayudaba a asumirlo todo.
Y, anteriormente a la llegada de esa noticia, los paseos que comencé meses antes se convirtieron en una rutina diaria de, como mínimo 8 kilómetros diarios, así que de esa forma ponía mi cuerpo a prueba porque siempre he llevado una vida hipersedentaria en el que iba en mi moto hasta a la tienda de la esquina. Pero con el brazo dañado, ya llevaba 5 meses sin poder coger la moto, así que estaba obligado a ir a todas partes andando. Pero sin mis, mínimo 8 km diarios no volvía a casa. Así fui disminuyendo peso y aumentando mi fondo físico, lo que me hacía sentirme muy bien y negarme a sentirme enfermo, porque realmente no me sentía así.
Además, pensé… llevo mas de 20 años durmiendo con la máquina del sueño por mi apnea, llevo más de 10 años tomando medicación por mi hipertensión, que ahora con el ejercicio ha vuelto a valores normales, llevo 15 años con una hipoacusia del 80% en el oído izquierdo… estoy hecho mierda…total, esta es una enfermedad más y con ella debo convivir. Y así me lo tomé.
Y, sobre todo música…mucha música… nunca salgo de casa sin mis auriculares. A veces música, a veces algún podcast, pero siempre me siento acompañado y disfrutando de tener disponible para mi todo el día y distribuírmelo a mi gusto y mis necesidades…¡¡eso sí que es un lujo!!
Tengo claro que llegarán tiempos peores por el tratamiento. Lo sé porque lo he vivido con familiares y con mi propia hermana que sufrió cáncer de mama y sé que tuvo momentos duros, pero soy consciente de que los tendré pero serán temporales y los acepto como parte del proceso. Afortunadamente soy una persona de sueño fácil y profundo, así que cuando los tenga, a dormir.
Pues, tras eso, la biopsia, toda una experiencia, sin duda. Pero, si no os importa, lo contaré en otra entrada y así no me pongo pesado.