Y llega el momento de hacerme la biopsia, pero antes debo explicaros una “pequeña manía” que tengo cuando desconozco lo que me van a hacer, y es que me gusta estar informado de todo, de absolutamente todo. Así que, como suelo hacer en este tipo de trances, unos días antes de realizarme la prueba comencé a leer sobre biopsias de médula ósea, e incluso encontré vídeos donde se realizaban este tipo de prácticas.
Sé que os puede resultar extraño, pero a mi me da seguridad. El saber qué van a hacerme, el por qué, los pasos, el instrumental, la reacción del paciente, etc, es algo que me interesa conocer porque para mi el desconocimiento genera miedo, mientras que saber qué me están haciendo en cada momento y reconocer cada movimiento del sanitario que está manipulando mi cuerpo me tranquiliza porque pienso que todo va según lo previsto.
Sobre esto que os cuento sabe muy bien mi dentista, porque cada vez que lo visito dice, “¿ahora viene Pedro? Entonces hoy toca examen”, porque me conoce bien y sabe que yo no llego a la consulta y me tumbo en el sillón sin antes preguntarle las dudas que me han surgido sobre qué me va a hacer.
No soy una persona controladora, pero hay ciertos aspectos que sí me gusta controlar. Es una forma de saber antes cómo va todo para que, en el momento que me lo hagan poder reconocer cada uno de los procesos y movimientos y si hay algo que se me escapa, no dudo en preguntar en ese mismo instante por qué me hacen eso. De esa forma sé que todo va como debe ir y…sí, me tranquiliza…
De hecho, esa misma mañana mis dos hermanas vinieron a casa a acompañarme al hospital y mi hermana María Eugenia me preguntó si estaba nervioso. Y le dije que no, que ya sabía qué me iban a hacer, y que tampoco es para tanto. Su respuesta fue de asombro: “¡este niño es increíble, qué tranquilo es!”
Pero antes de ir a que me hicieran la biopsia tenía cita con el internista. Era una cita que entraba dentro del protocolo de pruebas que me estuvieron haciendo, nada extraordinario. Y en esa cita, el doctor me comentó que, una vez determinada la sospecha del MM, que él ya no tenía nada más que hacer. Que todo quedaba en manos de hematología.
Pero antes de terminar la consulta me dijo algo que no me gustó nada. Me dijo que, en el caso de que la biopsia no confirmara el MM debía volver a pedir cita con él, porque había que seguir buscando de dónde venía esa descalcificación del hombro.
Llegados a este punto yo ya había asumido que tenía una enfermedad. Sí, enfermedad grave e incurable, pero ya está. Ya la tengo, ya lo sé, así que vamos a ello. Y el pensar que la biopsia fuese negativa y que había que empezar de nuevo con pruebas y con la incertidumbre de no saber exactamente cual era el problema me descuadraba todo. Era empezar de nuevo con miedos, con sospechas, con no saber qué está pasando, con más pruebas, con esperar los resultados. Y eso no me apetecía nada.
Pues bien, me toca la biopsia y me atienden, como siempre, con muchísima amabilidad. Me sientan frente a una mesa y la sanitaria que me va a realizar todo el proceso empieza a explicarme en qué consiste todo. Y sus ojos (recordemos que todo esto es en plena pandemia de COVID-19 y todos llevamos nuestras mascarillas) se agrandaron y me miraron estupefactos cuando le dije que no hacía falta que me explicara nada, que ya sabía para qué servía todo eso que me iba a enseñar y que también sabía lo que me iban a hacer.
Sin salir de su asombro me pregunta cómo es posible que supiera todo eso, y le expliqué esa ligera manía que ya os he explicado antes. Su respuesta fue reírse mientras comentaba que cada uno tiene sus mecanismos de defensa… ¡y tenía toda la razón!
Realizada la dichosa biopsia, mis hermanas me llevan a mi casa donde debo estar un par de horas tumbado boca arriba en la cama para taponar la herida abierta por la punción y, una vez pasado ese tiempo me reúno con ellas de nuevo para irnos a comer juntos y pasar un rato agradable, que las penas vienen solas…
Y, ¿la verdad?, pues la biopsia no es para tanto. En primer lugar porque, como es lógico la zona donde te la realizan está anestesiada. En segundo lugar, tenemos un personal sanitario excelente, súper preparados y de una amabilidad que hacen que todo sea mucho más fácil y, por último es un ratillo de nada y sales con una pequeña cojera que cuando te tumbas en casa se te pasa en seguida.