Pues ya está. Se confirma. Acudo a la consulta de hematología y me dicen que el resultado de la biopsia es positivo, así que soy oficialmente enfermo de cáncer, concretamente de una enfermedad de la que yo jamás había oído hablar llamada mieloma múltiple. Tanto es así que al principio la llamaba ‘mielosis’ porque no se me quedaba el dichoso nombrecito, hasta que empezó a formar parte de mi día a día y aprendí a nombrarla como se debe.
La mañana fue larga, ya que a primera hora de la mañana tenía que hacerme una analítica previa a la consulta en hematología y salí del Hospital Clínico de Málaga mas allá de las 14.30, agotado de la intensidad de la jornada, de los nervios y del shock del momento de la noticia.
Pero, a decir verdad, el shock no fue tanto por la noticia en sí, que ya la tenía asumida, sino porque me explicaron por encima cómo sería el tratamiento y según me dijeron en consulta sería bastante más largo de lo que me imaginaba.
La verdad es que, prisa, lo que se dice prisa no tengo, que las prisas no son buenas. A mi, lo que siempre me interesó fue que el resultado de dicho tratamiento fuese positivo. Y pensarás, ‘coño, Pedro, es lo que pensamos todos’…ya lo sé…pero ya os he explicado que en momentos de shock mi cabeza va por libre. Cuando lo asumo todo soy más reflexivo, os lo prometo.
A la salida del hospital mis dos hermanas estaban esperándome estoicamente toda la mañana hasta que saliera. Y como ya era tarde comimos un par de tapas en un bar cercano, y toda mi referencia era mi hermana Sandra que pasó hace unos años por un cáncer de mama, así que todas mis preguntas iban hacia ella.
No recuerdo bien las sensaciones porque la verdad es que me sentía algo bloqueado. Mi clavo ardiendo había desaparecido. Ya no tenía dónde agarrarme. Y justo en ese momento me llamó mi buen amigo Vicente.
Soy aficionado a la fotografía, mi amigo Vicente también y, siempre que podemos salimos juntos con nuestras cámaras a captar imágenes por la ciudad y, precisamente esa tarde habíamos quedado para hacer algunas fotos. Por eso me llamó, pero él sabía que esa mañana me darían los resultados de la biopsia y me preguntó cómo había ido todo. Cuando le conté que se confirmaba la enfermedad, su reacción fue la de decirme que mejor me quedara en casa tranquilo y que ya dejábamos las fotos para otro día, pero me negué por completo. Le dije, ‘tú y yo hemos quedado para salir a hacer fotos, y tú vas a estar a las 16.30 en mi casa para irnos juntos. A mi esto no me va a parar’.
No sólo no me iba a parar, sino que necesitaba evadirme. Y en ese momento mi cabeza empezó a aclararse. Ya sabía que tenía la enfermedad antes de la biopsia, ya sabía que es una enfermedad incurable, ya sabía casi todo. Sólo me quedaba saber cómo sería el tratamiento y qué duración tenía. Y, ¿qué más da que dure más o menos tiempo? Por muy poco que me guste que sea largo, lo voy a tener que pasar sí o sí. Además, yo no me sentía enfermo. La enfermedad no me afectaba a los riñones, no tenía anemia y ya llevaba unos buenos meses con mis caminatas de, mínimo 8 km diarios, así que me sentía físicamente mejor que meses atrás.
¿Qué tengo una enfermedad jodida, grave e incurable? Vale, lo acepto, pero es porque me lo han dicho, porque mi cuerpo no lo siente así, y mi brazo poco a poco va mejorando a fuerza de ir usándolo dentro de sus limitaciones. Sigo con mi vida y lo que venga, vendrá y se capoteará. No hay otra opción.
Lamentarse no sirve de nada.