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32. Nos llaman luchadores

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Esta podría ser una segunda parte de lo que hablé hace poco en referencia a la manida palabra ‘actitud’ ya que hay una tendencia general a que desde fuera, los amigos, la familia, cualquiera que conozca nuestra situación nos llamen ‘luchadores’.

Entiendo que sea así, y si nos lo dicen se agradece porque sabemos que la intención es la mejor, pero no entendemos cuál es esa admiración que hay hacia los que somos enfermos de cáncer cuando lo único que hacemos es aceptar e interiorizar esa nueva y jodida etapa de nuestras vidas y tratar de salir adelante como podamos asumiendo que es algo que nos ha tocado vivir y que debemos aceptar como parte de nuestra historia.

Una vez superada la fase de shock inicial, nos ponemos en marcha para tratar de solucionar y revertir esa situación asumiendo que lo que venga forma parte de todo el proceso y asumiendo igualmente que vendrán momentos más buenos y menos buenos, pero todo forma parte de lo mismo: la supervivencia.

Pero no somos luchadores ni guerreros porque no estamos en ninguna guerra. No hay un enemigo porque sería absurdo tomarnos como enemigos a nosotros mismos ya que es nuestro cuerpo el que no anda bien, así que si entramos en guerra contra algo que forma parte de nosotros nos estamos haciendo un flaquísimo favor.

Si consideras que tu enfermedad es tu enemiga, únete a ella, tal como dice la famosa frase. Es, desde mi punto de vista lo más práctico. Infórmate, entiéndela, compréndela, pero no como un ente externo a ti, sino como parte de ti. La información es formación aunque siempre he defendido que el nivel de formación necesaria lo determina cada uno para conseguir su paz mental. Pero no veas la enfermedad como algo externo, así la verás como una enemiga y además es absurdo verla así porque la enfermedad está en ti, forma parte de ti. Así que considero un sin sentido una batalla contra algo que forma parte de uno mismo. Además, para eso están los especialistas, para confiar en ellos y que te ofrezcan las herramientas necesarias para que, al menos se calme.

Pero para entenderlo mejor pondré un ejemplo:

En mi caso, soy enfermo de mieloma múltiple. ¿Quiero serlo? No. Entonces, ¿qué hago si no tengo elección? Pues aceptarlo y poner todo de mi parte para ayudar en todo momento a los doctores para que la enfermedad desaparezca.

Pero para ello tendré que pasar por un proceso de tratamiento largo y duro. ¿Lo quiero? No. Pero, ¿me queda otra elección? Sí, pero la descarto, porque tengo la opción de no querer tratarme. Puedo elegir dejarme ir a mi suerte y no ser tratado y lo que dure, duró, pero ese no es mi caso porque desde el primer momento quise hacer todo lo necesario para salir de esa situación.

Y, además ese tratamiento traerá consigo días difíciles de cansancio extremo, dolores, y otros efectos secundarios a cada cual menos apetitoso. De nuevo ¿lo quiero? Clarísimamente, no. Pero no es algo que pueda decidir yo, así que si quiero salir adelante, de nuevo tendré que aceptarlo y sacrificarme en pro de una supervivencia o de, al menos unos años más de vida.

Por otro lado, pongámonos en el caso de una persona que, ni tiene cáncer, ni lo ha tenido nunca.

El ciudadano medio tiene que despertarse cada día muy temprano para ir a trabajar en un entorno de trabajo en el que su jefe es un tirano y algunos compañeros de trabajo son traicioneros. Un trabajo que además no le suele gustar y le deja muy poco tiempo libre para descansar y para el ocio y, en la mayoría de los casos por un sueldo limitado para abarcar todas las necesidades.

Y todo eso lo hacen durante años, muchos años de su vida. De hecho, la mayor parte de sus vidas.

¿Por qué lo hacen? Pues porque hay que pagar. Hay que pagar la hipoteca, hay que comer, hay que vestirse, los niños, la educación, etc.

¿Lo quieren? Estoy seguro de que no. Estoy seguro de que un altísimo porcentaje querría vivir bien sin trabajar o trabajando en lo que les gusta, dedicarse a su ocio, a sus aficiones, a sus familia y amigos.

¿Les queda otra elección? No, hay que seguir pagando, así que se asume y se acepta como parte de la vida a no ser que les caiga una buena herencia o una lotería.

Y para seguir sobreviviendo tendrán años de trabajo y, en el mejor de los casos tendrán que seguir soportando al jefe tirano y a los compañeros traicioneros durante mucho tiempo, aunque en otros casos algunos serán despedidos y tendrán que pasar por momentos de dificultad económica mientras encuentran un nuevo empleo que les permita seguir con el camino anterior.

Al igual que un enfermo tiene la opción de no quererse tratar y dejarse ir, cualquier otra persona tiene la opción de dejar su trabajo e irse a vivir al campo, lejos del mundanal ruido y vivir de lo que la naturaleza les provea, pero esos son casos aislados y solamente unos pocos lo consiguen y lo disfrutan.

Expuestos esos dos casos, mi pregunta es la siguiente: ¿quien sería el luchador? Y mi respuesta es clara: todos.

Por eso, lo de la lucha y la batalla no sería algo exclusivo del enfermo, y, más concretamente del enfermo de cáncer porque en ambos casos hacemos lo mismo: todo lo posible por salir adelante como dignamente podamos.

¿A una persona sin cáncer alguien le llama luchador o guerrero? ¿A que no? En ese caso, ¿por qué se nos coloca la etiqueta de luchadores a los que sí somos enfermos? Hacemos lo mismo que los demás, tratar de salir adelante con la aceptación de las dificultades y con algo que no nos gusta. Tratar de sobrellevarlo con días más buenos y días menos buenos como hace cualquier persona en esta vida.

La vida, en general no es algo fácil, está llena de altibajos, de dificultades, de picos altos y picos bajos. Estoy 100% seguro de que todo el que lea esto me podría contar esa etapa de felicidad que pasó en ciertos momentos y también me podrá contar esa etapa de dificultad en la que no veía una salida.

El problema es que, como los días de vacaciones, lo momentos buenos parece que pasan rápido y los momentos malos parecen que duran una eternidad. Pero no es así, porque para ambos casos el día dura lo mismo: 24 horas.

No sé si lo he citado anteriormente, creo que en alguna ocasión lo he contado, pero me acuerdo mucho de una película argentina bastante mediocre titulada ‘no sos vos, soy yo’ en la que mi admirado Marcos Mundstock hacía el papel de un terapeuta y decía algo muy real: ‘la vida se compone de tres tipos de días: los días buenos, que desgraciadamente son pocos. Los días malos, que afortunadamente son pocos. Y los días normales, en los que no pasa nada extraordinario, que son la mayoría y son esos días con los que tenemos que aprender a convivir’.

A este valle de lágrimas hemos llegado todos a pasar momentos de todo tipo, buenos y malos. Y si la palabra adecuada es lucha, hemos venido a luchar todos sin excepción, con lo que nos venga, porque los problemas a veces nos lo buscamos nosotros mismos pero otras veces llegan solos, sin que nadie les invite a pasar. Es por eso que los enfermos no somos los que tendríamos la exclusividad de la lucha.

Si nos llaman luchadores, agradecemos el interés, agradecemos la preocupación, agradecemos las ayudas, pero no nos hace falta la lástima ni que se nos mire con admiración porque no estamos haciendo nada más allá de lo mismo que hace el resto y de lo que haría cualquiera en nuestro caso: sobrevivir.

Pero por otro lado entiendo que todo viene por lo impactante de la palabra ‘cáncer’. Una palabra que parece que lleva consigo una sentencia de muerte y nadie la quiere para sí mismo ni para un ser querido. Y no es lo mismo anunciar a la familia que se es enfermo de cáncer que anunciar que se es enfermo de cualquier otra enfermedad cuyo nombre no tenga el impacto tan brutal de la palabra ‘cáncer’. Por eso mismo entiendo que desde fuera las cosas se vean de una manera muy diferente a como lo vemos los propios enfermos. Y entiendo que desde fuera se considere una lucha. Es más, estoy completamente seguro de que si yo no fuese enfermo de cáncer sería uno de los que llamaría luchadores a los que sí lo fuesen, pero ahora que estoy dentro del cupo elegido lo veo de una manera completamente distinta.

Si aquí existe algún luchador, algún guerrero no seríamos solamente los enfermos, lo seríamos todos.

Pero eso es la vida, pelear, porque nada es para siempre. Nada dura toda la vida, ni siquiera la misma vida.

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Pedro
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