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30. Actitud

19/01/2023

Definición de ‘actitud’ según la Real Academia Española:

actitud

Del lat. *actitūdo.

1. f. Postura del cuerpo, especialmente cuando expresa un estado de ánimo. Las actitudes de un orador. La actitud agresiva del perro.

2. f. Disposición de ánimo manifestada de algún modo. Actitud benévola, pacífica, amenazadora, de una persona, de un partido, de un Gobierno.

Esa es la definición académica, pero ¿qué es la actitud para un enfermo de cáncer? Pues es una condición, un estado de ánimo, un estado mental y psicológico en el que parece ser que estamos obligados a instalarnos desde el preciso instante en el que se nos diagnostica.

Desde mi punto de vista y tras pasar por la sospecha de MM, la confirmación de dicha sospecha con el diagnóstico final y el larguísimo tratamiento, os digo plenamente convencido de que en toda esta historia la cabeza juega un papel definitivamente más importante que el propio tratamiento. Me aventuraría incluso a afirmar que la influencia del aspecto emocional es un 70% del trabajo y el 30% restante es función de la medicación.

Aunque ese trabajo emocional no es fácil. Según lo que he observado escuchando, leyendo y compartiendo con otros pacientes, ante la noticia de un cáncer hay tantas reacciones como pacientes en el mundo. Cada uno tiene su reacción, pero de una manera general pienso que se puede dividir en dos: por un lado están los que se vienen abajo y, por otro lado los que sienten un subidón inmediato que les hace emprender el camino con unas energías anteriormente desconocidas.

El segundo fue mi caso. Desde que me diagnosticaron salieron fuerzas que realmente nunca he sabido de dónde salieron. Y salieron solas. Yo jamás me empeñé en ser fuerte, jamás me miré al espejo convenciéndome de que todo saldría bien. No lo necesité. No me preguntéis cómo porque a día de hoy aún no sé de dónde surgieron esas fuerzas. Supongo que el no poder conducir mi moto debido a mi maltrecho brazo derecho, lo que me obligaba a ir a todas partes andando y el tratar de ocupar mis días saliendo a pasear con mis auriculares escuchando música provocó que mi estado físico general fuese mejorando a pesar de ser oficialmente enfermo de cáncer y, sumado a la distracción y el aumento de endorfinas al realizar ejercicio físico hicieron un trabajo mental de optimismo del que surgieron esas fuerzas.

Desde el primer día acepté mi enfermedad. Y desde el primer día acepté que tendría que atravesar un largo y difícil camino de pastillas y quimioterapias que limitarían mi capacidad de energía diaria. Después llegaron otros problemas añadidos derivados del tratamiento como la neuropatía periférica en los pies, pero, aunque era una situación incómoda, el trabajo de aceptación realizado supuso que me lo tomara como un problema físico temporal y no me afectó psicológicamente en ningún momento.

Aunque sí hubo momentos de frustración, por supuesto. A medida que avanzaba en el tratamiento notaba cómo mi energía diaria disminuía. Ya no aguantaba los días como antes, aunque el ejercicio diario aumentara mi capacidad física. Y el sentirme tan cansado algunas veces y tratar de llevar adelante costumbres cotidianas y notar cómo ya no lo podía realizar como meses antes me produjo más de una sensación de ánimos más bajos. Pero siempre desde la aceptación de que era algo pasajero y por lo que tenía que pasar, un precio a pagar para lograr la mejoría.

¿Eso es la actitud? Parece ser que sí, pero no siempre es posible tenerla, o no siempre es posible ser optimista, aunque desde fuera todos te insisten una y otra vez en que la actitud es muy importante. Y sí, es cierto que lo es, pero esa actitud no es algo que se compre en el supermercado como el que va a comprar un kilo de naranjas. Eso es algo que está en uno o no está. Y si está, estupendo, pero si no está es igualmente respetable.

Hay mucho factores que condicionan la situación del enfermo de cáncer. Ya de por sí, la aparición de la enfermedad es un problema y, además un problema importante. Y en nuestro caso, enfermos de MM, el que sea una enfermedad incurable provoca que los niveles de ansiedad crezcan.

Pero además del factor más importante que es el propio diagnóstico, existen otros factores a tener en cuenta para que la tan cacareada actitud sea la adecuada o no. Está la situación personal de cada uno, la situación familiar, la situación económica, el haber pasado anteriormente por procesos complicados que pueden generar una sensación de desgaste emocional, la propia fuerza mental de la que se disponga, etc.

Por otro lado, tenemos una enfermedad muy desconocida, por tanto pueden aparecer sentimientos de soledad, de incomprensión, de no sentirse respaldado y no entender en muchos casos los procesos por los que pasamos cada uno de nosotros. Por ello es muy importante buscar una comunidad en la que otros pacientes de MM puedan expresarse, porque al compartir las sensaciones y observar cómo otros pasan por situaciones parecidas o aconsejan qué poder hacer ante efectos secundarios desconocidos hace que tengamos la sensación de que todo está más controlado y uno se siente más acompañado, más comprendido.

Pero eso de la ‘actitud’ es algo que se nombra más desde fuera que desde dentro Es decir, no es el mismo enfermo el que nombra esa palabra. No he conocido a ningún enfermo de MM que se autoproclame con buena actitud. Los he conocido que hablan de sus ánimos, de ir viviendo la vida día a día, hablar de cómo se sienten, pero ninguno dice tener mejor o peor actitud. Es más, es un término que, por lo general a los enfermos nos da un poco de rabia.

Porque desde fuera todo es diferente. Desde fuera, desde la persona que afortunadamente desconoce qué supone ser enfermo de cáncer el ver a un enfermo sonreir o hablar de su enfermedad como si de algo cotidiano se tratara es un acto de valor que el propio desconocimiento hace que esa persona ignore que gracias al día a día, una palabra tan grave como ‘cáncer’ se llega a convertir en algo cotidiano y esa cotidianeidad rebaja su carga emocional.

Por eso, cuando un extraño que conoce nuestro estado de salud nos ve sonreir y conversar de la enfermedad como si no fuese nada excepcional y se da cuenta de que que existen fuerzas para afrontarla, automáticamente nos asigna esa palabra: ‘actitud’. ‘Qué buena actitud tienes’, ‘es que es muy importante tu actitud’, ‘con tu actitud todo saldrá bien’.

Sin embargo, si el enfermo ha recibido la noticia como un golpe duro y le cuesta salir adelante solo, los de fuera vuelven con la dichosa palabrita. ‘Es que es importante tener buena actitud’, ‘lo que debes hacer es tener buena actitud’, ‘si no cambias tu actitud no vas a salir adelante’, nos dicen.

Así que yo agradezco que desde fuera me lleguen y me expresen mensajes de ánimo. Yo agradezco que los amigos, la familia y cualquier otra persona que sepa de mi enfermedad me digan que todo va a salir bien porque tengo una gran actitud. Pero, sinceramente me dan ganas de decirles ‘ok, gracias, pero vamos a hacer algo: quédate tú con mi enfermedad. Quédate tú con mi tratamiento. Quédate tu con mis efectos secundarios y en ese mismo pack te regalo mi actitud’.

Tan respetable es la postura de quien siempre camina hacia delante sin importarle el precio a pagar como el que decide hacerse un ovillo y llorar toda la tristeza y la rabia que le genere ser diagnosticado como enfermo de MM. Y en ambos casos la ‘actitud’ es la misma: la de la pelea diaria por la supervivencia, la pelea diaria por seguir vivo.

Es lo mismo que hace el 99% de la población mundial, intentar salir adelante como se pueda. Con tus preocupaciones, con tus miedos, con los acontecimientos que vayan surgiendo. Pero en nuestro caso, además con un cáncer.

Por lo tanto, no es actitud. Es supervivencia.

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Pedro
Pedro

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© 2021 Pedro Prados, Sebastián Fiorini, Manuel López-Santibáñez