Doy un salto en el tiempo. La última entrada del blog se quedó en julio de 2021, pero ahora os voy a contar algo que ha pasado en el preciso momento en el que escribo esto, marzo de 2022.
Estaba todo listo para el trasplante…¡todo! Tenía fecha de ingreso, el lunes 14 de marzo, y ya había reservado una residencia que me recomendaron para mi perrete Golfo, tenía cita dos días antes del ingreso para volver a raparme porque de nuevo se me caería el pelo, ya había solucionado una serie de cosas que sabréis más adelante cuando retome el relato cronológico del tratamiento, ya tenía asumida mi estancia de tres semanas en el hospital, había hecho acopio de series, películas y lectura para entretenerme durante todo el proceso, incluso me había encargado de ir quedando con los diferentes grupos de amigos para disfrutar de ellos antes del enclaustramiento.
Esto último suena a que me reúno con todos porque me voy a despedir y, de hecho una amiga tuvo la ocurrencia de decirme, ‘¿qué tal, Pedro? Disfrutando de tus últimos días, ¿no?’ Todos los que estábamos allí nos descojonamos de la risa, y yo entendí perfectamente lo que me quiso decir, pero, coño, ¡que parecía que me iba a morir!
Y, por lo que todo parece indicar, en esa reunión de amigos en casa de dos de ellos sobrevino lo que no me esperaba. Lo pasamos genial, como siempre hacemos. Explotamos varias veces en las habituales carcajadas como cada vez que nos reunimos y despotricamos de todo y de todos. Arreglamos el mundo en la sobremesa, que si la luz está por las nubes, que si la gasolina, que si mira este, o mira esta. Lo que viene siendo una maravillosa reunión de porteras pero, como se dice en el argot futbolero, lo que sucede en el campo, se queda en el campo.
Tras ese estupendo día, el miércoles 9 de marzo tenía cita en el Hospital Clínico para firmar toda la documentación previa al ingreso y reunirme con la hematóloga encargada de mi autotrasplante. Y en ese encuentro en el que pregunté algunas de mis habituales dudas me enteré de que, tras las tres semanas hospitalizado y aislado en una habitación del hospital tendré que pasar tres meses más llevando vida monacal sin apenas contacto humano, pero eso ya lo explicaré cuando llegue el momento. Sí, lo sé, esto es un clickbait de manual, pero no os puedo dar todo de una vez. Tengo que mantener la intriga de alguna forma.
El caso es que durante esa mañana comencé a sentir dolor de cabeza. Dolor que iba en aumento, pero como desayuné temprano y, entre una cosa y otra llegué a mi casa a las 5 de la tarde sin haber comido nada pensé que el dolor lo provocaba el hambre, cosa que alguna que otra vez me ha pasado.
Pero, de repente me llegó un audio de whatsapp en el que mi amiga con la que estuvimos comiendo en su casa el domingo anterior decía que su hija mayor, de 6 añitos tenía dolor de cabeza y que dio positivo en un test de antígenos.
Yo no me alarmé porque apenas tuve contacto con la niña ese día. Sí, la abracé y le di un beso cuando llegué a su casa, pero poco más, porque mientras nosotros estábamos en la terraza comiendo y charlando, ella estaba viendo sus cosas en la tele. Así que decidí echarme una siesta a ver si se me pasaba el dolor.
Pero no… no se me pasó. Decido entonces hacerme un test de antígenos y, ¡bingo!, positivo. Pero tan positivo que no dio tiempo a que el líquido llenara toda la tira reactiva del test cuando ya había aparecido la fucking rayita que indicaba que lo había pillado.
Mi gran suerte fue que es una niña y que la carga viral no sería importante y, además que mi amiga trabaja en el hospital donde me van a ingresar y, más concretamente su trabajo está relacionado con las extracciones de médula ósea. Así que la llamé y, después de acordarme de su hermosa y querida hija con todo el cariño del mundo, le pedí que al día siguiente hablara con la hematóloga que me me atendió porque, obviamente con covid no se me podría realizar el trasplante.
Al día siguiente mi amiga me llamó y me dijo que le habían pedido que fuese al hospital a la mayor brevedad para hacerme una pcr y confirmar el positivo. Y…sí… esa misma tarde me llama la hematóloga y, efectivamente se confirma el positivo. ¡A 5 días del ingreso!
¿Qué implica esto? Pues que ahora tengo que volver a esperar. Tengo que esperar como mínimo un mes, porque, obviamente mi cama quedaba libre y la ocuparían con otro paciente y, si tenemos en cuenta que el proceso es de 3 semanas, pues eso es lo que me toca esperar.
Anulo todo lo que tenía preparado y me toca pasar la cuarentena encerrado en casa. Solo salgo con dos mascarillas y guantes para sacar al perro lo mínimo para que el pobre haga sus cosas. Afortunadamente vivo en una zona muy tranquila donde apenas pasa gente por la calle.
La suerte es que no lo estoy sufriendo porque el dolor de cabeza desapareció al día siguiente y lo estoy pasando como un simple y leve constipado sin ni siquiera congestión nasal. De los constipados normales con los que cualquiera haría vida normal. Nada de fiebre, algo de tos y algo de mocos, pero sin más.
Pero aún me queda un mínimo de 3 o 4 días más encerrado, así que a tomárselo con filosofía y como un entrenamiento para lo que se me viene después, 3 semanas metido en una habitación de hospital más 3 meses llevando una vida muy poco apetecible de austeridad social.